
El 16 de febrero de 2017 Mark Zuckerberg publicó un audaz manifiesto sobre la necesidad de construir una comunidad global y sobre el papel de Facebook en dicho proyecto. En un discurso posterior, el 22 de junio de 2017, explicó que los trastornos sociopolíticos de nuestra época están asociados, en gran medida, al hecho de que, durante décadas, la afiliación a todo tipo de grupos se ha reducido hasta una cuarta parte. Según Zuckerberg, cada vez más las personas necesitan encontrar un propósito y apoyo en algún otro lugar.
En los meses posteriores a estas publicaciones estalló el caso Cambridge Analityca y Fabebook fue multado con 4.500 millones de euros por violar sus propias políticas de protección de datos de sus usuarios.
Durante el último siglo, la tecnología ha estado distanciándonos de nuestro cuerpo y hemos ido perdiendo la capacidad de prestar atención a nuestro entorno. En lugar de ello, nos absorben nuestros teléfonos inteligentes y ordenadores. Nuestros sentimientos están cada vez más, determinados por las reacciones en línea.
Vivimos en la contradicción de una sociedad profundamente aislada e individualista que, al mismo tiempo, tiende a la hiperconexión a través de vínculos construidos en redes y tecnologías digitales. Surge la pregunta de que si las tecnologías mejoran las relaciones humanas y concretamente si pueden ayudar a promover el sentido de comunidad y a diseñar acciones contra el aislamiento y la soledad.
Hemos identificado las redes sociales en línea con el modelo de negocio de una empresa privada (Facebook) que busca captar nuestra atención durante el mayor tiempo posible con un objetivo meramente de rentabilidad económica. Tecnologías como la realidad aumentada, al servicio de los gigantes en línea, pueden utilizarse para borrar la distinción entre en línea y fuera de línea, al fusionarlas en una única realidad, y profundizar aún más en el individualismo frente a la hiperconexión.
Tristan Harris, diseñador ético y filosófico, desde que abandonó Google ha emprendido una cruzada para advertir sobre cómo las redes sociales y la tecnología «están secuestrando nuestras mentes y nuestro tiempo». Harris propone cambios en el diseño para que «nuestra atención» no sea la moneda de pago habitual en internet. A la hora del diseño de los algoritmos que gobiernan las redes sociales en línea, el tecno-filósofo ha acuñado la expresión «time well spent”.
Es necesario salvar la brecha entre estar en línea, conectado, y fuera de línea, desconectado. Una comunidad puede iniciarse en una reunión en línea, pero para fortalecerse tendrá que profundizar en el mundo fuera de línea. La tecnología puede ser un medio para encontrar recursos físicos, geoposicionarlos en mapas, informar sobre encuentros presenciales y en definitiva utilizar la tecnología para encontrarnos en el mundo físico. Hablamos de un nuevo enfoque en el que las personas se conectan sólo cuando es necesario (tiempo bien empleado) y dedica la mayor atención a su ambiente y a su propio cuerpo y sentidos.
Una respuesta a “Comunidad, tecnología y soledad”
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