El taylorismo digital de los cuidados

La economía de datos y el capitalismo de vigilancia confluyen en el taylorismo digital. ¿Cómo podemos compatibilizar estos conceptos con el reto de un nuevo modelo de cuidados?

La respuesta fácil sería la de aquellos que defienden que tecnología y cuidados son excluyentes porque cualquier otra aproximación deshumaniza los cuidados. Sin embargo, vino la pandemia y hasta los más tecnófobos han empezado a abrazar la tecnología, desbordados por la evidencia de una sociedad que durante los confinamientos ha encontrado en esa tecnología la única manera de llegar a sus seres queridos. Posiblemente, esto precisa de una normalización que equilibrará el entusiasmo. Pero parece que hemos obtenido un aprendizaje sobre la utilidad de la tecnología en la socialización y en el cuidado.

El sector de los cuidados no puede ser ajeno a la revolución digital que está cambiando nuestros estilos de vida y comportamientos. ¿O es al revés? En el año 2018 la Comisión Europea adoptó una Comunicación sobre Habilitación de la Transformación digital de la salud y de los cuidados en el mercado único digital, que pretendía asegurar que dos de los aspectos más importantes ahora mismo para la Unión Europea, digitalización y envejecimiento, se unan de manera positiva en beneficio de la sociedad.

Los diferentes programas de movilización de recursos públicos para afrontar las consecuencias económicas y sociales surgidas con motivo de la crisis del COVID-19, incorporan entre sus ejes de actuación la denominada economía de los cuidados que conecta de manera natural con la demanda que muchos profesionales venimos defendiendo de un nuevo modelo de cuidados de larga duración.

La pregunta que nos hacemos es: ¿cómo desarrollamos un nuevo modelo de cuidados en un momento histórico de taylorismo digital? Y respondemos con otra pregunta: ¿Nos mantenemos al margen y nos bajamos del tren de la transformación digital y retrasamos el cambio o construimos un modelo en el que la tecnología se ponga al servicio de las personas?

Cualquier trabajo, incluido el intelectual, sujeto a rutinas está abierto a la automatización total o parcial. ¿El cuidado puede también automatizarse?

Decía Adam Smith, padre de la Economía Política, en “La riqueza de las Naciones” que, con las máquinas, “el trabajo termina reducido a unas pocas operaciones muy sencillas: por lo general, una o dos” y que, esa rutina se vuelve autodestructiva y acaba deteriorando al trabajador hasta el punto que acaba por “volverse todo lo estúpido e ignorante que puede volverse un ser humano”.

Con el cuidado puede suceder lo mismo. Podemos acabar definiendo una manera de cuidar que sea automatizable. Pongamos a la persona en el centro y decidamos cómo queremos cuidar y ser cuidados y pongamos la tecnología al servicio de todo ello.

Los cuidados quedaban resueltos por el entorno familiar y fundamentalmente por las mujeres. Cuando cambia la prevalencia de enfermedades de agudas a crónicas, y además los cuidados hay que abordarlos desde un entorno más profesional e institucional, se producen cada vez más disfunciones. La servitización de los cuidados requiere una sistematización de las tareas mecánicas mediante el análisis exhaustivo de sus secuencias y procesos y con ello optimizar la relación entre los y las profesionales y los sistemas tecnológicos.

Si has llegado hasta aquí, te propongo una actitud de pensamiento crítico con la tecnología pero desde la convicción de que el futuro, como el pasado y el presente de la humanidad, está asociado al uso de artefactos. El reto que tenemos por delante es cómo introducimos, de manera útil, artefactos en el cuidado.

Para los que llevamos años introduciendo tecnología y gestionado el cambio en los sistemas social y de salud, nos preocupa la irresponsabilidad de muchas aproximaciones que menosprecian la complejidad del reto y carecen de sensibilidad en su acercamiento a una actividad humana, como es cuidar y ser cuidado, que forma parte de la intimidad de la persona.

Algunas ideas de cómo vemos el reto:

  • La información, la comunicación y sus tecnologías asociadas nos permiten crear nuestra identidad, conectarnos con otras personas y generar cohesión social. Pero, también, pueden ser manipuladas y usarse de manera interesada. Apostamos por un uso ético y transparente de los datos.
  • Nuestras vidas se desarrollan en los espacios físicos pero también en contextos virtuales. Si no estás en uno de ellos estás siendo excluido. Es necesario la capacitación digital para formar parte de una realidad híbrida.
  • El taylorismo digital favorece la concentración del capital y por tanto de poder. Favorezcamos el desarrollo de ecosistemas locales y de sus prestadores de servicios de cercanía, dándoles medios avanzados para avanzar en su profesionalización. Depende también de que esos servicios de cercanía, privados o públicos, apuesten por su propia transformación.
  • El enfoque del capitalismo de vigilancia de detección continua de necesidades a las que se da repuesta instantánea en forma de oferta comercial, es lo más alejado a lo significa el cuidado de personas. La sobreactuación tecnológica, con la generación masiva de información no es necesaria para apoyar los cuidados. Cuidar no es controlar. Cuidar es respetar la trayectoria vital y acompañar en la misma. Con tecnología podemos acompañar y favorecer la autonomía personal, potenciando las experiencias positivas.

Concluyo con la referencia al artículo «Las entrañas de la economía digital: entre el nuevo taylorismo y la disciplina social», de Ignacio Muro, que me ha servido de inspiración para escribir este texto.

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